miércoles, 7 de julio de 2010

La Dama del Río

Me llamo María Facunda o simplemente Ña Facu como me conocen aquí en mi Comunidad San Jerónimo, mi Barrio es uno de los más antiguos y está ubicado en una de las Lomas de Asunción como a 10 cuadras del Rio Paraguay.

Aquí casi todos me conocen y yo les conozco a todos, a algunos desde antes que nacieran; los cuidé en el vientre de sus madres y los hice parir, a algunos les curé sus fiebres con orchatas milagrosas, a algunas mujeres las hice casar gracias a las oraciones de San Antonio. A otros los curé del maldeojo eso que da, de la pura envidia de la gente. Les curé de la tristeza de amores y salvé muchas rupturas de matrimonios con el atado de las siete vueltas, que nunca más se desata. Yo sé de cada secreto de los corazones de la gente de mi comunidad. Soy como la memoria de los deseos, de los fracasos, de los triunfos y de los malos presagios también. La gente venía a preguntarme qué debía hacer, no sé porque así fue y así me acostumbré, era natural para mí. A veces me sucedía que tocaba a las personas con las manos y veía su pasado y su futuro, es por eso que algunos creían que yo era como una bruja vidente. ¿Qué culpa tenía yo de que mi mente se paseara por el pasado y se sorprendiera del futuro? ¿Acaso pedí yo, ver el dolor y la alegría con tanta alevosía?

Acomodada a mí destino; todos venían a mí con sus dolores corporales y espirituales. Así trascurría mi vida. Pero hacia un tiempo me atormentaba la imagen del Río Paraguay convertido en torbellino, enojado se venía con furia hacia la ciudad de Asunción. Cerca de las cinco de la tarde, me venía una tristeza de muerte y no sabía explicarme. Algo así me paso, cuando ocurrió el incendio del Ykua Bolaños, cerca del mediodía mi aflicción era tremenda y veía en mis pensamientos fuego y más fuego y gente atrapada en él; ahora veo agua por todos lados, agua convertida en murallas, agua que atropella todo a su paso. Hace tiempo sospecho que el río está enojado, está escondiendo resentimiento, creo que es porque la ciudad le ha dado la espalda, porque ella tiene añoranzas de mar.

El río ahora está como más oscuro e inquieto, anda vomitando amargos camalotes sin flores, mal presagio para esta mala bruja curandera y partera de sueños. Yo solo ando por ahí diciendo:
“Cuidado con el río enojado y resentido, quiere darnos vuelta la cara y convertirse en mar”

Tenían miedo de mi presagio los que me conocían, otros simplemente sonreían y me ignoraban al escucharme.
Yo recomendaba: “A las cinco de la tarde no se acerquen al rio, tiene rencores atragantados en sus fauces”
A Don Pedro el pescador le decía:
“Debes volver del rio antes de las cinco”
Y él volvía a las cuatro muy respetuoso de mis palabras agoreras y mal agüeras; sólo porque confiaba en mi, él dice que salvé a su hijo recién nacido, quien había llorado por noventa días con sus noches y yo le curé del ojeo, hoy es el niño más feliz y nunca más lloró.

Yo sentía mucha pena, de no saber qué hacer, ni qué decir a la gente, y el mal presagio me atormentaba la memoria y mis sentimientos y entumecía mi cuerpo de angustia. Yo sólo repetía:
“Cuidado con el rio enojado y resentido quiere darnos vuelta la cara y convertirse en mar”

Todos escucharon, por lo menos una vez, mis sospechas acerca del rio, pero yo ya era una vieja pasada de moda, hoy día la gente escucha más radio y televisión, que las voces del viento y de la tierra; así me quejaba en vano.

En esos días el olor del rio era fangoso, estaba como preparando su aliento más caliente.
Y sucedió, como otras veces con mis presagios, cerca de las cinco de la tarde, todo se puso negro y oscuro, el viento huracanado puso de rodilla los arboles y pude ver venirse al río enojado sobre Asunción, mirando desde la Loma Kavará de mi querido San Jerónimo. No pude ver más, sentí un dolor en el pecho y el viento que arrebataba el aire de mis pulmones, recuerdo una luz blanca intensa y un profundo sentimiento de paz.

Mi memoria es flaca ahora, tan flaca como siento a mis huesos, quizá sea por mi edad, sólo evoco retazos de rostros e imágenes de esa jornada trágica.

No sé cuánto tiempo pasó, para mí ya no tiene importancia. Me doy cuenta que ahora paseo todo el tiempo por mi Barrio y todo está cambiado, muchos se han ido o ya no están, ya no me conocen como antes, les hablo y parecen no escucharme; a excepción de Don Pedro, con quien intercambio yuyos y pescados, sigo cuidando de su familia.

Me di cuenta que el Barrio ya tiene un mirador, la gente mira de frente al Rio Paraguay, es más, escuché que habrá una Avenida Costanera, parece que la ciudad se reconcilió con el rio y dejo de añorar el mar.

Sé que algo cambio en mí, hasta me han cambiado el nombre; me llaman la Dama del Río y me traen flores, agradeciéndome por la ayuda que les di aquel día.


Lucia Valdez

No hay comentarios:

Publicar un comentario