miércoles, 30 de junio de 2010

Ella

Un día cualquiera, el paseo termino en un cuarto (aunque eso ya era medio costumbre) pero este día era diferente; era cualquiera. La besé. Sonrió. Me gustaba su sonrisa. La acaricié. La besé.-No quiero-. Odiaba sus palabras. Todas. Yo te cuido, dije. ¿Me amás? Su voz. Sí. Me besó. La abracé. La besé. La desvestí. La besaba, la abrazaba. Empecé y gritó. ¡Basta! Me detuve. No pude controlarme. Volví a empezar. Gritó y lloró. Hasta ahí- le prometí. Continué. Ella lloraba y gritaba. Intentaba apartarme. Gritaba. Me gustaba. La sostuve con mayor firmeza. Seguí más rápido, más fuerte. Gritaba. Le dolía. Le dolía, pero a mi no, la estaba haciendo mía. Gritaba. Más rápido, con rabia. Lloraba. Si gritaba, le gustaba, si le gustaba: puta era. Fui más duro. Acabe satisfecho. Seguía llorando. ¡Quería que se callara! Al fin y al cabo: gritó y si gritó, le gustó.
Se levantó. Me miró a los ojos y me suplicó que la llevara a su casa.
Yo. Sed de ella. Sed de su dolor. Dolor que me saciaba. Dolor que la mataba.
Y esa fue la primera noche que la asesiné.
María Pilar

1 comentario:

  1. Pilar me encantó.
    buen remate: "Y esa fue la primera noche que la asesiné", la muerte no solo es la física sino también puede ser de las emociones, de los sueños, de la dignidad misma... liz-.

    ResponderEliminar