jueves, 24 de junio de 2010

¿Por qué escribo?

Contar, comunicar, cagarme de la risa, expresarme y manifestarme, ser, estar, sangrar, ser feliz, eyacular, llorar, transgredir, sufrir, volar, aparecer y desaparecer. Hacerle caso a los demonios blancos y a los ángeles negros que habitan en mi jardín de neuronas.

Escribo para contar y narrar lo que mis retinas ven, lo que mi corazón siente, lo que mis oídos escuchan, lo que mi alma percibe.

Similar a un vómito de emociones y sentimientos (de diferentes colores), la escritura, en el caso mío, se trata de una necesidad. La hermosa necesidad de tangibilizar las imágenes que mis ojos captan con cada disparo que realizo al parpadear y la enorme necesidad de hacerme responsable de lo que veo-siento-escucho- huelo-percibo.

Tal vez cuando hablamos por medio de la palabra oral, habla más la razón que el alma. En cambio, cuando hablamos por medio de la palabra escrita, habla más el alma que la razón. En la escritura, el alma no tiene dramas de desnudarse y tener sexo con las palabras (y tal vez hasta una orgía con los signos de puntuación) para luego escupir todo lo que le venga en gana, ya sean sapos o perlas.

Hay cuestiones que son universales pero siempre resulta altamente nutritivo escuchar o leer una historia que está contada desde otro punto, con otro lenguaje, otros colores, perspectivas, matices, ángulos, texturas, tonos.

Diane Arbus decía que ella sólo disparaba cuando sentía que su cámara iba a estallar. Y sí. Por eso escribo, en realidad. Para hacer click utilizando a las palabras cuando mi sensibilidad está a punto de explotar.

O mejor dicho, para ayudar a mi alma a desnudarse e insitarla a que le haga el amor intensamente al lápiz y a la hoja hasta que todos estallemos en un delicioso orgasmo.


MARLENE SAUTU

1 comentario:

  1. ...es como si el escrito fuera un hijo que no sabes como educar, lo incierto que puede ser el conjunto de significados que le damos a unas palabras en cierto orden

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